miércoles, 21 de abril de 2010

viernes, 2 de abril de 2010

un asunto muy principal

1. (Hannah Arendt, La Condición Humana, Cap. V, "Acción", sección 25, fragmento)

El héroe que la historia revela no necesita cualidades heroicas; la palabra “héroe” originalmente, esto es, en Homero, no era más que un nombre dado a cada hombre libre que participó en la empresa troyana y sobre el cual podía contarse una historia. La connotación de coraje, que ahora sentimos como una cualidad indispensable del héroe, está de hecho ya presente en la sola disposición para actuar y hablar, para insertar el propio ser en el mundo y comenzar una historia de uno mismo. Y este coraje no está necesariamente, y ni siquiera principalmente, relacionado a una disposición para sufrir las consecuencias; el coraje e incluso la osadía ya están presentes al abandonar el escondido lugar privado de cada uno y mostrar quién uno es, revelando y exponiendo el propio ser. El alcance de este coraje original, sin el cual la acción y el discurso y por lo tanto, de acuerdo con los griegos, la libertad, no serían en absoluto posibles, no es menos grande y puede incluso ser mayor si el “héroe” resulta ser un cobarde.

2. (Giorgio Agamben, Profanaciones, "El autor como gesto", fragmento)

¿Pero qué significa, para una vida, ponerse -o ser puesta- en juego?
Nastasia Filippovna -en El idiota, de Dostoievski- entra en el salón de su casa, la noche que decidirá sobre su vida. Ha prometido a Atanasi Ivanovich Totski, el hombre que la ha deshonrado y mantenido hasta entonces, que dará una respuesta a su ofrecimiento de casarse con el joven Gania a cambio de 75.000 rublos. En el salón están presentes todos sus amigos y conocidos, también el general Iepanchin, también el inefable Lebedev, también el venenoso Ferdischenko. También el príncipe Myshkin, también Rogozhin, que en un determinado momento hace su ingreso a la cabeza de una gavilla impresentable, llevando en una mano un paquete de cien mil rublos destinados a Nastasia. Desde el comienzo, la velada tiene algo de enfermizo, de febril. Por otro lado, la dueña de casa no hace más que repetirlo: tengo fiebre, estoy mal.
Aceptando jugar el desagradable juego de sociedad propuesto
por Ferdischenko, en el cual cada uno debe confesar la propia abyección, Nastasia pone de pronto toda la velada bajo el signo del juego. Y es por juego o por capricho que hará que el príncipe Myshkin decida su respuesta a Totski, cuando Myshkin es para ella casi un desconocido. Pero luego todo apremia, todo se precipita. Imprevistamente ella acepta casarse con el príncipe, para desdecirse de inmediato y elegir al ebrio Rogozhin. Y llegado un cierto punto, como alterada, agarra el paquete con cien mil rublos y lo arroja al fuego, prometiendo el ávido Gania que e! dinero será suyo si lo arranca de las llamas con sus propias manos.
¿Qué guía las acciones de Nastasia Filippovna? Es cierto que sus gestos, en la medida en que son excesivos, son incomparablemente superiores a los cálculos y a los comportamientos decorosos de todos los presentes (con la sola excepción de Myshkin). Y no obstante, es imposible vislumbrar en ellos algo así como una decisión racional o un principio moral. Mucho menos se puede decir que actúe para vengarse (de Totski, por ejemplo). Desde el principio hasta el final, Nastasia parece presa del delirio, como sus amigos no se cansan de señalar ("pero qué estás diciendo, tienes un ataque", "no la comprendo, ha perdido la cabeza').
Nastasia Filippovna ha puesto en juego su vida; o acaso ha dejado que fuera puesta en juego por Myshkin, por Rogozhin, por Lebedev y, en el fondo, por su propio capricho. Por eso su comportamiento es inexplicable; por eso ella permanece perfectamente oscura e incomprendida en todos sus actos. Una vida ética no es simplemente la que se somete a la ley moral, sino aquella que acepta ponerse en juego en sus gestos de manera irrevocable y sin reservas. Incluso a riesgo
de que, de este modo, su felicidad y su desventura sean decididas de una vez y para siempre.

domingo, 21 de marzo de 2010

Rainer Maria Rilke - Soneto XIII (Sonetos a Orfeo)

Manzana llena, pera y plátano,
grosella... Todo esto habla en la boca
de la vida y la muerte... Yo presiento...
Leedlo en el rostro de un niño

al saborearlas. Esto viene de lejos.
¿No se torna lentamente inefable en vuestra boca?
Donde habían antes palabras, fluyen ahora hallazgos
liberados de la pulpa con sorpresa.

Atreveos a decir lo que llamáis manzana.
Esta dulzura, emergiendo ligera en el sabor,
sólo se condensa para hacerse

clara, despierta y transparente,
ambigua, solar, terrena, aquende:
Oh experiencia, contacto, dicha... ¡gigantesca!

(traducción de Otto Dörr Zegers)

sábado, 13 de marzo de 2010

niños tristes

Había tomado la 510, que no me servía porque dobla antes. Me bajo para tomar otra. Voy al paradero de la 506 porque pasan más, tranquilamente, escuchando Zerbina en la versión de Suárez. Es la hora de almuerzo. En el paradero hay 3 niños, como de entre 15 y 18 años; uno de ellos, grueso y con pelo corto y mojado, me saluda con la mano. Yo lo saludo también. Me hace una señal de que vaya. Le muestro mi palma izquierda como señal de que no. La misma situación se repite dos veces más. Él se acerca a mí y me da la mano. Me saco los audífonos. Me pregunta de dónde soy, con casi amabilidad, le digo que de San Miguel. y qué hací en Peñalolén, me dice. Vengo a ver a mi polola. Aah, me responde, ya, y no tení una luca o un pito que me dís? sácalo altiro que tengo una pistola en la mochila. No tengo, le digo. No te creo, me dice, déjame ver tu billetera. No tengo billetera. Le pregunto por qué hace eso, para qué ser tan malo, con un tono como de monja de colegio, ni retándolo ni compadeciéndome ni asustándome, sino en un punto neutro al medio de todo. Me dice que qué tiene, que si quiere saca la pistola y me mata ahí mismo, o me pega, y después yo si quiero llamo a los pacos, que a él no le importa. Pienso que tiene habilidad, que es un tipo de ladrón que usa muy bien sus habilidades sociales, hace que todo parezca una conversación muy relajada. Los amigos de él no hacen nada, ni siquiera vigilan, conversan entre ellos con pocas palabras, son pequeños de cuerpo y tienen acento campestre. Me pide el celular. Le digo que no y me pregunta por qué no. Porque mira tu actitud, le digo, es muy violenta, cómo alguien va a confiar en ti. Saliste vío, weón, ya pírate rápido no más y no corrái porque o si no te saco la chucha. Pienso que es difícil pegarle a alguien corriendo, pero igual no corro, le digo chao y me voy al paradero de la 507, donde hay señoras y familias.
Pasan tres 506. En la última se suben ellos. Yo tomo una 507 y unos paraderos después la Amelia me llama. De repente se sube el ladrón sociable y me saluda con una gran sonrisa: weeeeena weóon, me da la mano y por inercia después chocamos los puños, como grandes amigos. Yo estoy sentado mirando hacia atrás y veo que se sientan. Hay dos colegiales, como de sexto básico, uno escucha música y el otro juega en su celular. El ladrón los engatuza. Les dice oye, ése celular es como el mío, está lindo, déjame verlo. En realidad no sé si dice eso exactamente, pero se nota que trata de ser muy simpático. Los niños tienen un miedo notorio, paralizado. Están sentados justo al frente mío y no puedo dejar de mirarlos con una pena incomprensible, como si todo estuviera confabulado para que yo hiciera un acto semiheroico y no pudiera, estaba igual de inmovilizado que los niños pero por otros motivos. El ladrón nunca se muestra violento. Conmigo sí puso una cara más o menos violenta, y me acuerdo de lo que le dije, pienso que tal vez estaba aplicando un estilo más cuidadoso y me siento mal. Casi me paro para ir a decirle al chofer, pero veo que el ladrón me mira. Los niños también me miran. Sus miradas son tan opuestas que me inmovilizan más, como si me tuvieran atrapado en una pinza de dos metales. Llegamos a acueducto y me bajo muy rápido. Miro a la micro y se baja el ladrón con uno de sus amigos campestres. Lleva algo en una bolsa blanca, se van corriendo hacia abajo. Veo al colegial que escuchaba música con cara de alivio, también abajo de la micro. Me subo al auto de Amelia y veo que el otro niño pasa caminando, cabizbajo, por la vereda. Levanta la cabeza para mirarme, y recuerdo el saludo de compadre que nos dimos con el ladrón en la micro, y me siento el cómplice más miserable de la tierra.

sábado, 13 de febrero de 2010

Wislawa Szymborska - estoy demasiado cerca

estoy demasiado cerca suyo como para que sueñe conmigo.
no vuelo sobre él, no me escapo de él
bajo las raíces de un árbol. estoy muy cerca.
no es con mi voz que canta el pez en la red,
no es de mi dedo de donde rueda el anillo.
estoy demasiado cerca. una gran casa se incendia
sin que yo grite socorro. demasiado cerca
para que toque la campana que cuelga de mi pelo.
demasiado cerca para que entre como un huésped
ante el cual las paredes se abren por sí mismas.
ya nunca más moriré tan simplemente,
tan lejos de mi cuerpo, tan inadvertida
como una vez en su sueño. demasiado cerca.
siento el silbido, veo la escama brillante de esta palabra
mientras yazco inmóvil en su abrazo. él duerme,
ahora más accesible para ella, a quien vio sólo una vez,
una cajera de un circo ambulante con un solo león,
que para mí, que estoy a su lado.
para ella crece ahora en él un valle,
con hojas secas, cerrado por una montaña nevada
en el oscuro aire azul. estoy demasiado cerca
para caerle encima desde el cielo. mi grito
sólo podría despertarlo. pobre de mí,
limitada a mi propia forma,
yo que he sido abedul, he sido lagarto,
que podía salir de los capullos
con los colores de mi piel titilando. tenía yo
el don de desaparecer ante los ojos asombrados,
la riqueza de las riquezas. estoy cerca,
demasiado cerca como para que sueñe conmigo.
saco mi brazo debajo de su cabeza que sueña
y está dormido, lleno de agujas imaginarias,
y en la punta de cada una de ellas se sientan,
esperando ser contados, los ángeles caídos.

domingo, 7 de febrero de 2010

el pájaro azul (C. Bukowski)

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy muy duro para él,
le digo, quédate ahí, no voy
a dejar que nadie
te vea.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero le echo whisky encima y aspiro
humo de cigarrillo
y las putas y los camareros
y los vendedores
nunca saben que
él está
aquí dentro.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy muy duro para él,
le digo,
agáchate, acaso quieres armarme
un desorden?
quieres arruinar
mis obras?
quieres boicotear mis ventas de libros
en Europa?

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy muy astuto, sólo dejo que salga
a veces en la noche
cuando todos duermen.
le digo, sé que estás ahí,
así que no estés triste.

después lo devuelvo,
pero él canta un poquito
ahí dentro, no lo he dejado morir
completamente
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es lo suficientemente lindo
como para hacer llorar
a un hombre, pero yo
no lloro, y
tú?

Destruyendo la Belleza (C. Bukowski)

una rosa
roja como el sol;
la dejo aparte
en el garage
como un puzzle:
los pétalos son grasosos
como un pavo viejo
y caen
como las doncellas del mundo
de espaldas al suelo
y miro arriba
el viejo calendario
colgando de un clavo
y me toco
la cara arrugada
y sonrío
porque el secreto
está más allá de mí.

soñando (C. Bukowski)

vivo solo en una pieza chica
y leo los diarios
y me duermo solo en la oscuridad
soñando con multitudes.

sábado, 6 de febrero de 2010

el huevo (C. Bukowski)

tiene 17.
mamá, preguntó, cómo quiebro un
huevo?

bueno, me dijo ella, no tienes por qué
sentarte a mirar así.

mamá, le dijo, rompiste la yema.
no puedo comerme una yema rota.

bueno, me dijo ella, tú eres tan duro,
has estado en mataderos, fábricas,
en la cárcel, eres tan malditamente duro,
pero no toda la gente tiene que ser como tú,
eso no hace que todos los demás estén mal y tú
bien.

mamá, le dijo, puedes traerme unas cocacolas
cuando vuelvas del trabajo?

mira, Raleigh, le dijo ella, por qué no vas a comprar
en tu bici, estoy cansada después del
trabajo.

pero mamá, hay un cerrito.

qué cerrito, Raleigh?

hay un cerrito,
ahí está y yo tengo que pedalear
sobre él.

bueno, me dijo ella, tú te crees tan
jodidamente duro, trabajaste de obrero en la línea
del tren, lo oigo cada vez que te emborrachas:
"trabajé de obrero en la línea del tren."

bien, dije, lo hice.

quiero decir, ¿qué tiene de especial?
todos tienen que trabajar en alguna parte.

mami, dijo el niño, vas a traerme esas
cocacolitas?

en verdad me gusta el niño. pienso que es muy
amable. y una vez que aprenda a quebrar un
huevo va a poder hacer
algunas cosas inusuales. mientras tanto
yo me acuesto con su madre
y trato de mantenerme lejos
de los argumentos.

oh, sí (C. Bukowski)

hay cosas peores que
estar solo
pero suele tomar décadas
darse cuenta de esto
y casi siempre
cuando lo haces
es demasiado tarde
y no hay nada peor
que
demasiado tarde.

el placer de los malditos (C. Bukowski)

el placer de los malditos
se limita a unos breves momentos
de felicidad:
como los ojos en la mirada de un perro,
como un cuadrado de cera,
como un fuego tomándose la municipalidad,
la comuna,
el continente,
como fuego que agarra los pelos
de doncellas y de monstruos;
y halcones zumbando en los durazneros,
el mar corriendo entre sus garras,
Tiempo
borracho y húmedo,
todo quemándose,
todo mojado,
todo muy bien.

miércoles, 3 de febrero de 2010

farewell aftermath

Vuelvo con dos bolsos, uno mío y uno suyo. Me regaló el primer libro de Sylvia Plath y una antología grande de Bukowski, me prestó un libro de su papá (21 son los dolores, de Violeta Parra) y uno de su mamá (una antología universal de poetas mujeres), y me traje una antología de Verlaine que se quedó en su casa para la fiesta de despedida y que al parecer no pertenece a nadie, a pesar de ser tan bonita, y tener adentro un pasaje a San Carlos y una postal de un cuadro de Van Gogh con el nombre "starry night". Todo esto va en el bolso suyo, artesanal y muy lindo, regalado por un hombre que no conozco y cuyo nombre es parecido a "Goethe". No puedo leer. En la casa hay cansancio y un poco de juventud con la que no comparto mucho. Escribo un mail de desgano y tristeza y poder expresarlo me pone un poco feliz, pero dura muy poco, como una dosis mala de droga pateada. También tengo un potecito de mantequilla, un sirope de mesa y una sal, que ella me dio de parte de Air Canada. No puedo comer. Llega un punto en que el acto de comer se aleja tanto del comer de una araña o una oveja y se pone tan insensato, que llega a causar cierto rechazo, ciertas ganas de morir de hambre sólo por morir de hambre, porque es una forma más bella de morir que otras. La única muerte más bella es la de los viejos esquimales, que se van flotando en un hielo haciendo chao con la manito. Es la imagen más cercana al ascenso al cielo, un abuelo alejándose rodeado completamente de blanco, sentado y pacífico. La ida es horizontal, no vertical, pero en esas latitudes donde el Sol no es muy amigo del cielo sino más bien del horizonte tal vez haya que considerar el espacio de otra manera. Si hubieran otras circunstancias, escribiría una carta de amor para un concurso, lo cual ya es bastante horrible, pero ni siquiera hay para eso. Necesito un paipe, o una canción, o un poquito de licor. También me dio un poquito de vino en una botella bebé, que también le dieron en el vuelo. Es muy poco pero lo serviré en una copa. No puedo escribir. No hay ningún destinatario, porque a ella no quiero decirle cosas tan estúpidas. Escribo para abandonar, para sacar la mancha, con una ética expectorante y primitiva. las sustancias están pegadas a los accidentes. La sustancia es el fuego, lo adherido, el accidente es la montaña, permanecer quieto, y ya no es hora para llamar a los brujos.

jueves, 28 de enero de 2010

poema encontrado (primer semestre 2008)

hay personas que saben la diferencia
entre el púrpura y el violeta, entre el lila y el morado.
hay personas que tras los ojos tienen un mar
lleno de corrientes y que lloran peces tropicales.
yo no las conozco. somos parciales
variando a nublado, y captar el cielo con una mano sólo es posible
después de intentarlo años enteros,
hasta que un día tres minutos antes de la alarma
empiece una canción que nos use como notas.
no sé a quién le hablo, bonita.
hay personas que sólo se conocen al dormir.
tal vez todas, ah.

miércoles, 6 de enero de 2010

Lhasa de Sela

5 días después me enteré que murió Lhasa de Sela, un exceso comparado con los 20 minutos con los que me enteré de la muerte de Sandro, lo que me dio pena de verdad. De Sandro me dan pena las señoras que lloran, porque las señoras son lo único real que sale en la tele y su sufrimiento vale más que todos los trabajos periodísticos de recopilación. Pero de Lhasa me da pena algo extraño, que no niega la alegría, como si su muerte hubiera cubierto todas sus canciones con una aureola que multiplica su belleza. Su rostro era extrahumano, como el de Joanna Newsom, descendientes de duendes monjes o de extraterrestres, que no ejercen atracción sino una luminosidad que los hace invisibles, imposibles, como si el rostro fuera el destello de algo que está en otra parte; los lamentos armónicos de las esferas celestes.

Hoy vuelvo a la frontera
otra vez he de atravesar
es el viento que me manda
que me empuja a la frontera
y que borra el camino
que detrás desaparece.

lunes, 4 de enero de 2010

Consejo del stárets Zósima a una mujer (Dostoievski, los hermanos Karamazov)

Si no llega usted a ser feliz, recuerde siempre que va por buen camino y procure no salirse de él. Sobre todo, huya de la mentira, de toda clase de mentira, de la mentira consigo misma, principalmente. Observe su mentira y examínela a cada hora, a cada minuto. Evite la arisquez con los demás y consigo misma: lo que a usted por dentro, le parece repelente, por eso mismo de haberlo usted advertido en sí misma, ya se purifica. El temor también ha de huirlo, aunque el temor sólo sea la última consecuencia de toda mentira. No tema usted nunca a su especial pusilanimidad en la consecución del amor, ni tampoco de sus demás actos en este sentido se asuste en demasía. Lamento no poderle decir a usted nada más consolador, porque la actividad del amor, comparada con los sueños, es algo cruel y espantoso. El amor contemplativo está ansioso de una proeza rápida, que satisfaga en seguida y todos la vean. En ese terreno se llega, efectivamente, hasta el punto de dar incluso la vida, siempre que no dure mucho, sino que se despache en seguida, como en el teatro, y todos lo vean y aplaudan. Mientras que el amor activo... es trabajo y contención y, para algunos, si usted quiere, toda una ciencia. Pero se lo prevengo: en este mismo instante en que usted contempla con horror que, no obstante todas sus fuerzas, no sólo no se acerca a su fin, sino que hasta parece como que de él se aleja, en ese mismo instante, se lo advierto desde ahora, usted, de pronto, habrá alcanzado su fin y verá claro sobre usted la prodigiosa fuerza del Señor, que todo ese tiempo estuvo amándola y en todo ese tiempo no dejó de llevarla de su mano. Perdone usted que no pueda detenerme más tiempo con usted: me están aguardando.

(Traducción de Rafael Cansinos Assens)