jueves, 2 de abril de 2009

HEINRICH

un idiota de pueblo, en el sentido literal de la palabra, que ama realmente la verdad, aun cuando tan solo emitiera balbuceos, es en cuanto al pensamiento infinitamente superior a Aristóteles. Está infinitamente más próximo a Platón de lo que Aristóteles lo haya estado nunca. Es un genio, mientras que a Aristóteles sólo le conviene la palabra talento. si un hada le propusiera cambiar su suerte por un destino análogo al de Aristóteles, lo sabio, por su parte, sería rechazarlo sin dudar. pero de todo esto no sabe nada. nadie se lo ha dicho. hay que decírselo. hay que alentar a los idiotas, a la gente sin talento, a la gente de talento mediocre o apenas superior a la media y que son genios. no hay que temer que se vuelvan orgullosos. el amor a la verdad está siempre acompañado de humildad. el genio real no es más que la virtud sobrenatural de la humildad en el dominio del pensamiento.

Simone Weil, La persona y Lo sagrado

al lado de la carretera, en un nivel más bajo, había un prado. desde allí vi a Heinrich matando a James Dean. mucho tiempo después llegó la policía. Heinrich era un idiota de pueblo. tenía dos pistolas, las dos de agua. la policía se lo quería llevar, yo no quería que se lo llevaran. al final lo dejaron.

Heinrich era moreno, alto y con la cara deforme. llevaba ropa oscura y abrigada. se movía con torpeza. Heinrich me perseguía para matarme. llegaba a todos los lugares donde yo estaba. me llamó por teléfono; en el celular salía un número extraño, y una foto de un prado con niños jugando. me dijo que revisara mi mail. yo no lo hice. la policía me dio una identidad falsa y me llevó a vivir a Ecuador. pero Heinrich llegó también allá. inspiraba miedo, pero también amor. yo sabía que no me buscaba porque yo supiera que él era culpable de la muerte de James Dean; me buscaba porque estaba hechizado, porque otra persona quería matarme engañado. esa otra persona era un niño índigo que hacía un taller de teatro, llamado "teatro y magia". ese niño, sin embargo, no tenía odio contra mí. yo tampoco hacia él; pero tampoco sentía simpatía. sentía respeto, o algo así. estaba bien lo que me estaba haciendo, no por tener que pagar una culpa, sino porque estaba bien, simplemente. tal vez yo tenía que dejar de huir y hablar con Heinrich, invitarlo a bailar. pero no llegué a pensar eso. Heinrich me buscaba con una pistola de no agua entre las mesas de un restorán. yo estaba bajo una de ellas. la mesa era transparente, y no tenía mantel. Heinrich sabía lo que tenía que hacer.

3 comentarios:

Francisco Mora dijo...

ah!loco

enolen es la palabra de verificación o la verificación de la palabra.

otrosí dijo...

rayos, yo no puedo disfrutar de enolen
ya tengo identidad

Francisco Mora dijo...

ahora ya no tengo na'

worialpa