hay cosas peores que estar solo pero suele tomar décadas darse cuenta de esto y casi siempre cuando lo haces es demasiado tarde y no hay nada peor que demasiado tarde.
¡y el pobre y pequeño Flask, que era el hijo menor, el chiquillo de aquella lúgubre reunión familiar! a él le tocaban los huesos de la salazón, y le hubiera tocado la pata del pavo. el atreverse a servirse por sí le hubiera parecido tanto como un robo con fractura; jamás hubiera podido volver a llevar la frente alta en este bendito mundo; y eso que, cosa rara, Acab jamás se lo había prohibido. y lo más fácil es que, de haberse atrevido Flask, el otro jamás lo hubiera notado. y aún menos se atrevía el pobre a servirse mantequilla. fuera que pensase que los armadores del buque no se lo permitían por razón de su tez rubicunda o que creyera que, en tan larga travesía por mares sin mercados, la mantequilla era cosa rara y, en consecuencia, no para él, un subalterno, como quiera que fuese, ¡el pobre Flask, ay, era hombre sin mantequilla!
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